LA ERUPCION DEL VESUBIO:
Cerca de la 1:00 p.m. del 24 de Agosto, una gran nube de vapor y cenizas se alzó sobre el Monte Vesuvio y comenzaron a caer restos. En el área de Pompei, la densidad de los despojos aumentó de 6 a 8 pulgadas por hora. Las rocas, que comprendían la mayor parte de estos sedimentos, eran de 3 pulgadas de diámetro, y caían a una velocidad de hasta 100 millas por hora. Es probable que hayan causado daños y muertes aisladas y que provocaran el colapso de algunos techos.
La ciudad entera se encontraba en completa oscuridad, un fenómeno familiar para otras poblaciones en donde se suceden erupciones, como lo es el caso del Monte Santa Helena, y el Monte Pinatubo. Probablemente los residentes no sabían qué estaba ocurriendo, y se quedaron en sus casas esperando a que, tarde o temprano, acabaría la lluvia de rocas.
Después de doce horas en actividad explosiva contínua, ocurrió un cambio en la dinámica eruptiva. La boca del volcán se agrandó de tal modo que la presión del gas local ya no fue capaz de sostener la gran columna de cenizas. La mezcla de gas y de cenizas ya no podía ascender en el aire sino que regresaba inmediatamente a las colinas del volcán, formando avalanchas de material líquido muy caliente (aproximadamente a 800 grados), el cual descendió rapidamente por las colinas, destruyendo todo a su paso. Este cambio en la erupción resultó ser fatal para miles de personas alrededor del volcán. Las ciudades Romanas de Pompei y Herculaneum fueron destruídas en cuestiones de segundos.
Pompeya y Herculaneum fueron descubiertas nuevamente en el siglo 18, con muchos de sus tesoros intactos. La reconstrucción de estas ciudades da una idea vívida de lo que el Vesuvio es capaz de hacer.
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